La vida es nuestro aleccionador por este tránsito, nuestro principal fin acá es justamente lograr evolucionar, lograr ver a través de los ojos del corazón y quitarnos las capas con las cuales normalmente nos identificamos para darle paso a nuestra verdadera esencia, esa que va y ve más allá de lo que llamamos el bien y el mal.
Algunas veces en nuestro recorrido viviremos experiencias dolorosas, experiencias fuertes, en las cuales, en algunas oportunidades nos resultará más sencillo huir, correr, evadir o negar esa vivencia y pensando que nos estamos liberando del trago amargo, no pasará mucho tiempo para tener al frente un vaso igual o similar con el mismo contenido y podemos repetir el ciclo muchas veces, pero solo hasta que le hagamos frente y de una vez comprendamos que no nos resulta beneficioso pasarle de largo, o correr de él, es cuando las cosas comenzarán a mejorar.
Se dice que la vida es tan buena maestra, que cuando no tomamos una lección, nos la repite. Muchos podemos dar testimonio de que esto es así, de que por ejemplo nos hemos vinculado a una persona con características que nos roban energía, nos hemos marchado sin comprender realmente la situación, sin entender qué estamos proyectando para vincularnos a este tipo de personas, sin buscar en nuestro interior la herida que podemos sanar a través de esa relación y con el paso del tiempo, como un mal chiste, luego de haber huido, nos encontramos nuevamente atravesando una situación similar.
Esto no es producto de la casualidad, ninguna persona llega a nuestra vida por azar, todas tienen un propósito en nuestras vidas, así como nosotros tenemos un propósito en las de ellas, el principal siempre será enseñarnos, cargarnos de sabiduría, quizás no por la información que nos puedan transmitir, sino por el autoconocimiento que logramos a través de la proyección en ellos. Porque hasta lo que consideramos defectos y virtudes en el otro, no son más que llamados de atención para nuestra revisión y nuestro crecimiento.
Cada persona tiene algo que aportar a nuestras vidas, nos enseña a amarnos, nos enseña a amar, a aceptar, a cambiar, a sanar, solo debemos estar atentos, solo debemos ser conscientes y no permitir que nos pasen de largo. No se trata de darles un carácter utilitario, ni vincularnos por interés, se trata de sacar el mayor provecho a cada relación y no escapar de ellas hasta haber tomado la lección.
Cada vínculo nuestro merece nuestra bendición y cada una de nuestras relaciones merece ser sanada. No perdamos oportunidad, ni tiempo, exponiéndonos a revivir una experiencia una y otra vez por no saber sacarle provecho.
Por: Sara Espejo – Rincón del Tibet